viernes, 13 de enero de 2017

13 DE ENERO DE 2017: LA INVASIÓN DE ATILA Y LO QUE LOS ADULTOS DESCONOCEMOS ACERCA DE POR QUÉ SE ROMPE EL AMOR


Hace ya una semana que nos hemos reincorporado a nuestra rutina tras las vacaciones de Navidad y lo cierto es que nos está costando porque el día de Reyes, en casa, es lo más parecido a la invasión de Atila: mis pequeñas guerreras, arrolladas por su propia impaciencia, invaden el salón con un entusiasmo desaforado por abrir paquetes, aunque para ello tengan que rasgar el papel con uñas y dientes. 
Minuto a minuto, la apacible estancia va transformándose en un antro lleno de envoltorios rotos, plásticos, lazos de regalo e instrucciones sobre los juguetes que invariablemente y año tras año, acaban por desaparecer bajo un misterioso halo de "puro desconocimiento", por parte de las niñas, acerca de su paradero.
Después, todo aquello que sus Majestades colocaron con tanto primor va distribuyéndose, como quien no quiere la cosa, por los distintos rincones de las habitaciones sin orden ni concierto. 
Las consecuencias de todo este caos son nefastas, sobre todo porque con carácter previo al regreso al cole, exijo algo tan simple como ordenar y limpiar, tareas que pese a ser fundamentales para restablecer la armonía de la familia, suelen considerarse como caprichosas e innecesarias por cualquier niño que se precie de ello.
Y como me dijo mi hija Laura: ¡Mamá, si ya sé que tengo que recoger, no me des un "chillón"!
-¿Un chillón?- me pregunté yo, obnubilada ante el nuevo e inesperado vocablo de significado desconocido.
Apenas tuve tiempo para asimilarlo, porque fui bombardeada con otra enigmática frase de mi hija Carla: ¡Sí, Laura, mamá tiene razón, porque con todos tus trastos estás destruyendo "el mal ambiente"
-Pero, ¿cómo?- me volví a preguntar sin que mi cabeza diera más de sí.
Menos mal que casi al instante, como si una varita mágica hubiese oscilado sobre mi cabeza arrojándome iracunda su magia, descifré la totalidad del mensaje.
Soy lo más parecido a una madre rechoncha de aspecto brujoide e intenciones malignas, que pego chillidos cuando veo suciedad y desorden. Pero no se queda ahí la cosa sino que, además, el medio ambiente se deteriora.
Mas o menos, viene a ser la traducción aunque "libre", eso sí, de aquella entrañable conversación.
Pero no os vayáis a creer que cada vez que hablamos, se producen este tipo de "interferencias". No, porque mis niñas también tienen su puntillo de madurez, una madurez en ocasiones extrema. Y es así como esta misma tarde me he enterado, por la mismísima Carla, de por qué hombres y mujeres acaban por darse los buenos días (que no las buenas noches) y si te he visto, no me acuerdo. Es decir: ¡Ahí te quedas!
 La razón es sencilla: ¡no hay conexión!
Si acudimos a un diccionario, veremos que la conexión se define como :"unión que se establece entre dos o más cosas o personas para que entre ellas haya una relación o comunicación"
La verdad es que la aplicación de la palabreja no podría ser más exacta. Su significado es claro y conciso y pese a ello, jamás habría atribuído la ruptura sentimental a la falta, ni más ni menos, que de CONEXIÓN.
¡Bendita sabiduría infantil! Lo que viene a probar lo que el refranero nos enseña: " nunca te acostarás sin saber algo más"