He comenzado mi diario en un día
que ha marcado mi vida para siempre pues hoy, 21 de octubre, hace un año que
perdí a mi padre.
La verdad es que ha sido un día
gris, colmado de nostálgicas sombras y miradas, constantes, hacia mis
recuerdos.
He procurado no revivir los
peores momentos de la enfermedad, sino quedarme con cada minuto entrañable que
disfruté de su amor y de su compañía.
Y sin embargo, ha sido difícil,
porque su sufrimiento lo tengo anclado en mi alma.
Desde que se me fue, no hay noche
que no piense en él y le cuente mis cosas, mis secretillos y mis inquietudes.
Para mí es ya una costumbre relatarle hasta los más mínimos detalles, ya sean
alegres o funestos.
Si pudiera elegir un deseo ese
sería, sin duda, soñar con él para volver a escuchar su voz y, sobre todo, para
confirmar que, esté donde esté, se encuentra bien.
Ya sé que en cualquier caso, se
ha librado de una enfermedad dolorosa y agotadora, física y emocionalmente, que
no hacía mas que minar su cuerpo y su espíritu. Pero a día de hoy, sigo siendo
una egoísta que llora por las esquinas, suplicando aunque solo fuese, tan solo,
disfrutar de su presencia onírica.
Pues no, nunca lo he conseguido.
Esta mañana tuve que sumergirme
en mi rutina diaria y así, a las 8.45 h de la mañana, salí de casa con tres de
mis hijas de camino al cole, retorciendo negros presagios de tortura mental.
Para tratar de no pensar en nada
decidí, tras dejar a las niñas, ir a la Vaguada y dejarme llevar. Simplemente,
vagabundear para no tener que pensar en nada.
Me equivoqué, fue muchísimo peor
que quedarme en casa, porque ya en el autobús, tuve que secarme las lágrimas y
no encuentré el menor consuelo en el hecho de ir a un centro comercial aunque
bueno, ya que iba y por ser ya día 21, aprovecharía para comprar con tarjeta un
paquete de folios blancos para seguir participando en concursos literarios, a
los que soy obsesivamente aficionada desde hace un año y pico.
¿Y por qué no puedo tirar de la
tarjeta hasta el día 21 de cada mes? Esto es así porque nuestra situación económica,
desde hace años es tan nefasta que da risa. Tras un glorioso ERE, mi marido ha
pasado de ser cartógrafo a integrar la plantilla de desempleados de España de
forma intermitente. Ya no hace mapas. Ahora realiza funciones de portero y
cuando alguno decide cogerse vacaciones, es cuando le llaman para sustituirle.
Es decir, trabaja en verano, Navidad y Semana Santa por tiempo nunca superior a
15-20 días.
Esta situación nos obligó a ir
apretando el cinturón cada vez más y pasamos de las marcas buenas a las
regulares y de las regulares a compasivas compras familiares, porque nosotros
apenas podemos realzar gastos.
Como iba contando, pensé que
sería una buena solución reincorporarme, de nuevo, a mis escritos.
Con lo que no contaba era con mi
subconsciente adormecido, ya que cuando me tocó pagar las hojas olvidé, por
completo, el pin.
¿Se puede ser tan torpe? Pues sí,
se puede y para muestra, yo misma. La gente de la cola esperando con gestos
ceñudos a que yo atinase, la cajera con cara de póker como si yo fuese una loca
y yo nerviosa perdida, con la mente en blanco.
En realidad, todo el día ha sido
un día en blanco, vacío, insulso y agonizantemente lento.
Bueno, no todo fue tan insípido.
Cuando recogí a las niñas al mediodía para venir a comer a casa, nos encontramos
una temible abeja merodeando por el suelo de nuestro portal. Como siempre, yo
presumí por su parte intenciones malignas de picotazo, así que procuré
apartarme. Pero mis niñas son como los lamas, que van barriendo los bichos del
suelo para que nadie los apachurre.
¡Y así fue! Mi hija Laura se
acercó presta al abisporro con la intención de apartarle del camino con su
guante, Su argumento era que alguien podía pisarle y hacerle daño, ¡qué
tontería!
Yo le dije, “Laura, no lo hagas,
que te va a picar! Y en efecto, el bicho presintió un futuro peligro de
espachurramiento y en cuanto vio acercarse esos dedos de guante tan inmensos
para su cuerpecillo, comenzó a batir las alas y entonces, justo entonces, Laura
me replicó:¡Mamá, no puedo la abeja se ha puesto “progresiva”!
¿”Progresiva”? -la contesté yo
perpleja por unos segundos, sin comprender.
¡Querrás decir agresiva!- la
insinué finalmente, ahogando mi risa.
Sí, eso mismo mamá-me ratificó
ella. Y ahí quedó la cosa.
Mañana tenemos la misa especial
encargada, para mi padre, en la iglesia de las Siervas de María, justo en la
plaza de Chamberí.
¿Por qué allí? Es una larguísima
historia pero para resumir, una tía abuela de mi madre es una de sus Beatas.
Ellas no adoran y nosotros a ellas también. Es un sentimiento de afecto mutuo.
El caso es que aún no decidí cómo
ir vestida ni qué poner a las niñas. En realidad, no poseo nada glamuroso, ni
tan siquiera elegante. Ha ce años que nos surtimos (mi marido, las niñas y yo)
con ropa, de lo más variopinta, de donaciones ajenas, a vecesa anónimos y otras
no tanto. Y lo que es peor, llevo las uñas de bruja a medio pintar y el pelo
rizado a lo Michael Jackson, debido a la humedad del mal tiempo que ya se nos
avecina.
Para sentirme un poco decente,
tendré que pasar cerca de una hora tratando de alisarlo y eso es lo que haré
antes de acostarme.
Bueno, el día de hoy acabó y como
dije en una ocasión, “ha sío horrible”. A su debido tiempo explicaré el por qué
de esta expresión que es literal, tal cual.
Me acuesto y hoy más que nunca,
rezaré para que se cumpla mi eterna ilusión.