miércoles, 2 de noviembre de 2016

21 DE OCTUBRE DE 2016: LA ABEJA PROGRESIVA

He comenzado mi diario en un día que ha marcado mi vida para siempre pues hoy, 21 de octubre, hace un año que perdí a mi padre.
La verdad es que ha sido un día gris, colmado de nostálgicas sombras y miradas, constantes, hacia mis recuerdos.
He procurado no revivir los peores momentos de la enfermedad, sino quedarme con cada minuto entrañable que disfruté de su amor y de su compañía.
Y sin embargo, ha sido difícil, porque su sufrimiento lo tengo anclado en mi alma.
Desde que se me fue, no hay noche que no piense en él y le cuente mis cosas, mis secretillos y mis inquietudes. Para mí es ya una costumbre relatarle hasta los más mínimos detalles, ya sean alegres o funestos.
Si pudiera elegir un deseo ese sería, sin duda, soñar con él para volver a escuchar su voz y, sobre todo, para confirmar que, esté donde esté, se encuentra bien.
Ya sé que en cualquier caso, se ha librado de una enfermedad dolorosa y agotadora, física y emocionalmente, que no hacía mas que minar su cuerpo y su espíritu. Pero a día de hoy, sigo siendo una egoísta que llora por las esquinas, suplicando aunque solo fuese, tan solo, disfrutar de su presencia onírica.
Pues no, nunca lo he conseguido.
Esta mañana tuve que sumergirme en mi rutina diaria y así, a las 8.45 h de la mañana, salí de casa con tres de mis hijas de camino al cole, retorciendo negros presagios de tortura mental.
Para tratar de no pensar en nada decidí, tras dejar a las niñas, ir a la Vaguada y dejarme llevar. Simplemente, vagabundear para no tener que pensar en nada.
Me equivoqué, fue muchísimo peor que quedarme en casa, porque ya en el autobús, tuve que secarme las lágrimas y no encuentré el menor consuelo en el hecho de ir a un centro comercial aunque bueno, ya que iba y por ser ya día 21, aprovecharía para comprar con tarjeta un paquete de folios blancos para seguir participando en concursos literarios, a los que soy obsesivamente aficionada desde hace un año y pico.
¿Y por qué no puedo tirar de la tarjeta hasta el día 21 de cada mes? Esto es así porque nuestra situación económica, desde hace años es tan nefasta que da risa. Tras un glorioso ERE, mi marido ha pasado de ser cartógrafo a integrar la plantilla de desempleados de España de forma intermitente. Ya no hace mapas. Ahora realiza funciones de portero y cuando alguno decide cogerse vacaciones, es cuando le llaman para sustituirle. Es decir, trabaja en verano, Navidad y Semana Santa por tiempo nunca superior a 15-20 días.
Esta situación nos obligó a ir apretando el cinturón cada vez más y pasamos de las marcas buenas a las regulares y de las regulares a compasivas compras familiares, porque nosotros apenas podemos realzar gastos.
Como iba contando, pensé que sería una buena solución reincorporarme, de nuevo, a mis escritos.
Con lo que no contaba era con mi subconsciente adormecido, ya que cuando me tocó pagar las hojas olvidé, por completo, el pin.
¿Se puede ser tan torpe? Pues sí, se puede y para muestra, yo misma. La gente de la cola esperando con gestos ceñudos a que yo atinase, la cajera con cara de póker como si yo fuese una loca y yo nerviosa perdida, con la mente en blanco.
En realidad, todo el día ha sido un día en blanco, vacío, insulso y agonizantemente lento.
Bueno, no todo fue tan insípido. Cuando recogí a las niñas al mediodía para venir a comer a casa, nos encontramos una temible abeja merodeando por el suelo de nuestro portal. Como siempre, yo presumí por su parte intenciones malignas de picotazo, así que procuré apartarme. Pero mis niñas son como los lamas, que van barriendo los bichos del suelo para que nadie los apachurre.
¡Y así fue! Mi hija Laura se acercó presta al abisporro con la intención de apartarle del camino con su guante, Su argumento era que alguien podía pisarle y hacerle daño, ¡qué tontería!
Yo le dije, “Laura, no lo hagas, que te va a picar! Y en efecto, el bicho presintió un futuro peligro de espachurramiento y en cuanto vio acercarse esos dedos de guante tan inmensos para su cuerpecillo, comenzó a batir las alas y entonces, justo entonces, Laura me replicó:¡Mamá, no puedo la abeja se ha puesto “progresiva”!
¿”Progresiva”? -la contesté yo perpleja por unos segundos, sin comprender.
¡Querrás decir agresiva!- la insinué finalmente, ahogando mi risa.
Sí, eso mismo mamá-me ratificó ella. Y ahí quedó la cosa.
Mañana tenemos la misa especial encargada, para mi padre, en la iglesia de las Siervas de María, justo en la plaza de Chamberí.
¿Por qué allí? Es una larguísima historia pero para resumir, una tía abuela de mi madre es una de sus Beatas. Ellas no adoran y nosotros a ellas también. Es un sentimiento de afecto mutuo.
El caso es que aún no decidí cómo ir vestida ni qué poner a las niñas. En realidad, no poseo nada glamuroso, ni tan siquiera elegante. Ha ce años que nos surtimos (mi marido, las niñas y yo) con ropa, de lo más variopinta, de donaciones ajenas, a vecesa anónimos y otras no tanto. Y lo que es peor, llevo las uñas de bruja a medio pintar y el pelo rizado a lo Michael Jackson, debido a la humedad del mal tiempo que ya se nos avecina.
Para sentirme un poco decente, tendré que pasar cerca de una hora tratando de alisarlo y eso es lo que haré antes de acostarme.
Bueno, el día de hoy acabó y como dije en una ocasión, “ha sío horrible”. A su debido tiempo explicaré el por qué de esta expresión que es literal, tal cual.
Me acuesto y hoy más que nunca, rezaré para que se cumpla mi eterna ilusión.